Frio y rígido cuerpo,
mortaja del último viaje,
estreno zapatos nuevos,
con un elegante traje.
Pasto de gusanos,
a dos metros bajo el suelo,
arropado por malvas,
y losas de serpentina.
Incluso en la muerte,
me aguarda la soledad,
camino a ninguna parte,
en el camposanto de algún lugar.
No me déis esa muerte,
sembrad mis cenizas,
al borde de un litoral. 23
Bajo un almendro de cuajada blancura,
donde el mar pueda escuchar,
mi voz será la del viento,
en las tardes de tempestad
Dejad que la ausencia,
me venga a acompañar
en sus raíces germinará mi estrella,
acompañándote en mi descansar.