Al mundo llegué, al mundo,
encogido, puro, asustado e indiferente,
con la conciencia tranquila y brillante,
como las aguas de un río.
Crecí y maduré, perdiendo así la sensatez,
para aquellos que lo entienden todo,
sin entender la locura.
Crecí, maduré y mal logré,
algo por lo que había venido,
llegué entre dolores y gritos,
desnudo entre tanto barullo.
Sentidos sin senderos hemos de hallar,
inconscientes percibiendo sus pasos,
sin duda naciendo se olvida,
para qué al mundo venimos.
Alguien me dijo en palabras,
y lo recuerdo porque era un amigo,
cultiva tu mente en espíritu,
fluyendo como el agua de un río.
Espíritu y mente seremos,
cuando se acabe el camino,
cultivando tan sólo apariencia,
quedarás con tu cuerpo podrido.
Mente, recuerdo y espíritu,
viajarán acompañando tu alma,
escucha observa y aprende,
sin hacer caso al olvido.
Extracto de “Cuando la mente susurra al corazón la mano sostiene la pluma”