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LO IMPORTANTE ES ESCRIBIR
LA VIDA ES UN POEMA LLENO DE DUDAS
por Paula Martín Barahona
El pasado miércoles 25 de enero contamos en el Café de las Voces con un invitado muy especial, José Manuel Auñón, quien vino a presentarnos su libro, La dualidad del ángel, al Café Barbieri.
El escritor, soñador y poeta maldito, como le gusta presentarse, por haber caído sobre él “la maldición de la enfermedad mental, experiencia hecha verso por culpa (o gracias a) la enfermedad, de otra, la superación de la experiencia, convertida en arte (a pesar) de la enfermedad”.
Nos hizo viajar a través de sus versos a un mundo particular, el suyo, inundado de cuestionamientos y dudas, entre lo real y lo imaginario, lo posible y lo imposible, lo abarcable e inabarcable. En esa dualidad en la que intenta unir los opuestos, como dos caras de una misma moneda.
Pudimos acompañarle en su discurso, en el que las palabras salían de su boca a borbotones, en ocasiones hechas poesía sin apenas tener conciencia de ello, con idas y venidas, saltos en el tiempo, ensimismamiento ante sus palabras e inserciones de sus propios pensamientos, alrededor de las cuestiones que vertebran la vida y obra del autor.
Fue intercalando el discurso con poemas recitados y grabados bajo un fondo de piano, mientras íbamos llegando a los temas que predominan en su obra y su propia existencia. Abrió el Café con el poema que da nombre a su libro:
La dualidad del ángel
En nuestra actitud, un duelo eterno existe, entre las dualidades del ser, lo considerado y lo equivocado.
Una confrontación interna, establece nuestra personalidad, matizando lo infame y lo excelente en la conducta de cada individuo.
Son las personas como yo, por nuestro carácter visceral, los que mantenemos una dualidad, Más alternante e inestable.
Pues somos la dualidad del ángel.
Lo dual, que como apunta el autor, se encuentra en cada uno de nosotros: lo bondad, la maldad, la valía, la inaptitud, etc. Según palabras de José Manuel, todos somos ángeles bondadosos, ángeles curativos, ángeles curados. Conceptos como la salud, la enfermedad que se encuentran en permanente conflicto enfrentándose a esa dualidad del ser. ¿Cómo saber lo que es locura y lo que es normal?, ¿Quién es el que tiene el poder para dictaminar lo que es normal? Entiende la relación entre locura y creación literaria, como el intento de dar salida al sufrimiento proveniente de la incomprensión de los demás, y sobre todo, hacia uno mismo. Una de las cuestiones que más le han atormentado es no haber encontrado en momentos de su vida a otros que pudieran escuchar sus dudas, sintiéndose como “un árbol en mitad del bosque que cae y, nadie lo escucha”.
Preguntas, dudas, cuestionamientos, acompañaron el discurso de José Manuel: “¿El poeta, nace o se hace?, ¿Yo hacía poesía porque estaba loco, o estaba loco porque hacía poesía?”, son algunas de las cuestiones que hacía en alto y que él mismo se respondía: “Los poetas están locos porque sí… hoy día nadie vive de la poesía”. Y proseguía sobre cómo había llegado a convertirse en escritor, como se enfrentó al papel en blanco por miedo a la soledad, “estaba tan solo que ni la soledad quería estar conmigo”.
La tarde fue alcanzando cada vez un tono más combativo, en el que Auñón hacía referencia a lo que él llama “diversidad” frente a la discapacidad. Diversidad, por ser divergente y disfuncional, por no estar adaptado a esta sociedad (“¿cómo no preocuparme?, si soy poeta y encima tengo la divergencia del ser”). Para adentrarnos en este sentir nos recitó uno de los poemas cuyo título ilustra alguna de estas reflexiones: Una verdad incómoda: (…) Dedo acusador que persigues, que reprochas ser un excluido social, incluso en el seno de mi propio hogar, haciéndome sentir culpable de mi infortunio (…) Señalado por el dedo de la ignorancia, apartado de la vida social, repudiado, incomprendido, marginado (…) Un iluso que piensa que la sociedad está preparada para asumir la verdad.
Terminó animando a los asistentes a romper fronteras, a ser valientes para superar retos, sobre todo a aquellos a los que él considera “los fuertes, los que llevan mochilas llenas de problemas, exigencias, silencio y ruido en el interior”. Reivindicó que las personas que escuchan voces es porque nadie les escuchó y el subconsciente “les pasa malas jugadas”.
Y cerramos la sesión, ante la pregunta de por qué nos da miedo expresar nuestros miedos. Quizás sea escribiendo, como José Manuel Auñón, quien pudo empezar a expresar y compartir sus miedos, para empezar a expresar lo que el corazón le dictaba y poder sentir la libertad que le da escribir ante una página en blanco. Y cuando todos empezábamos a disipar algunas de las dudas y angustias que nos había presentado nuestro invitado, una joven mochilera que cayó por el Café de la Voces, ante el desconcierto de todos y del propio poeta, quien preguntó:” ¿Y tú qué haces aquí?”, ella respondió: “Existir…”, se hizo el silencio y, en seguida, se empezó a oír la risa nerviosa de los allí presentes.
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